"If I think about the future of cinema as art, I shiver" (Y. Ozu, 1959)

WAR GAMES 1 - Ta’ang (Wang Bing)

Monday, 11 July 2016 10:43

Gonzalo de Pedro Amatria

La reivindicación silenciosa

Estrenada en el Forum de la Berlinale, en febrero de 2016, Ta’ang, la más reciente película del cineasta chino Wang Bing, parece de alguna manera, el epítome de todo su trabajo anterior: centrada en un extenso grupo de refugiados de Birmania que, huyendo de la guerra en su país, tratan de encontrar refugio en China, donde tampoco serán bien recibidos, la película retoma el espíritu de toda su filmografía previa, que ha estado siempre centrada en aquellos que no encuentran su lugar: el seguimiento, el retrato, la reivindicación silenciosa de gentes en movimiento, de entrada, o de salida, buscando un lugar, o sencillamente desplazados a los márgenes del sistema. Como los protagonistas de su primera película, la deslumbrante West of the Tracks (Tiexi Qu, 2003), trabajadores olvidados de una zona industrial condenada a la desaparición y el ostracismo; como la protagonista de Fengming, a Chinese Memoir (He Fengming, 2007), el retrato de una represaliada por el régimen comunista, que contaba su historia a la cámara de Wang Bing desde la frontera entre el día y la noche, en un pequeño apartamento casi fuera del tiempo y el espacio; o como la familia de Father and Sons (2014), recluidos en un apartamento que parece constituir su mundo contra el mundo, Wang Bing lleva años dedicado a documentar aquellos que no tienen sitio y buscan refugio, o cuyo sitio está fuera, escondido, marginado, entre un lugar y otro. La prolongación, el vínculo con sus trabajos previos no es además únicamente temático, sino también formal: Wang Bing continua con su dispositivo ético-estético de esa cámara, heredera del cine directo, que se hace presente en las vidas de sus retratados, en silencio y con un gesto de acompañamiento que no se oculta, pero tampoco pugna por revelarse. Una cámara visible, que hace posible el retrato, pero que trata de mantenerse siempre en la (difícil) distancia justa entre la invasión y la (falsa e imposible) cámara oculta. Wang Bing acompaña, muy de cerca, a varios grupos de refugiados, viaja con ellos, cena con ellos, les filma en un cotidiano muy desdramatizado, casi rutinario, y su presencia es obvia, pero no ostentosa: hay quien mira a la cámara, hay quien la ignora, en un tenso pero efectivo juego entre veracidad, realismo y construcción. Shelly Kraicer, en un texto publicado en Cinema Scope, afirma que la cámara de Bing trabaja de tal manera que “filma el alma (…) y preserva una extraordinaria intimidad que nos permite sentir que estamos atravesando su piel, como si se hicieran transparentes a través de sus cuerpos y sus palabras (…) Quizás eso sea el alma1. Afirmar que Wang Bing retrata las almas de sus personajes parece, sin embargo, algo arriesgado: lo que hay un retrato complejo en el que se juega a la privacidad y la intimidad, al conocimiento y al respeto, al acompañamiento y el silencio, una filmación constante, siempre en plano medio o plano general, que termina por construir (donde construir es la palabra clave) una suerte de retrato global a través de las situaciones personales e íntimas de ese grupo de personajes del que apenas sabremos ni los nombres. Estamos con ellos, Bing les acompaña, pero en realidad estamos con muchos más refugiados, estamos en un país que los ignora, estamos en el drama de no poder volver a casa, de no tener casa a la que volver, ni país que te reciba.

 

Ta'ang - Amatria

 

La película es relevante y singular en la extensa filmografía de Wang Bing, porque supone la primera película que no se centra en un tema, en unos personajes, específicamente chinos, sino que se acerca a los fronteras del país para retratar el deambular dramático de cientos de refugiados birmanos de la etnia Ta’ang que buscan refugio en la provincia china de Yunnan mientras en su país de origen, el ejército lucha contra los rebeldes del Ejercito nacional de liberación Ta’ang. Este movimiento hacia el exterior es, en el fondo, una manera distinta de seguir abordando la compleja situación identitaria, política y social en China, a través de su relación con quienes habitan en sus fronteras más inmediatas: mirando hacia afuera, Wang Bing está también retratando lo que ocurre dentro, la indiferencia, el silencio, el olvido, el ensimismamiento de un país cargado de olvidos, silencios y zonas oscuras, como la de esa zona fronteriza entre Birmania y China, un punto ciego en el retrovisor de la modernidad, un espacio vacío, ignoto y olvidado, que termina retratando, a través de la ausencia, a todo un país. De alguna forma, Wang Bing, que siempre ha sido un realizador profundamente nacional, empeñado en construir un retrato lo más completo y complejo posible de la China contemporánea, poniendo siempre en relación su pasado olvidado y su presente escondido, enlaza en esta película con un zeitgeist globalizado, que excede las cuestiones identitarias exclusivamente chinas, para vincularse al espíritu global de una época que tiene en el drama de los refugiados uno de sus más grandes retos. ¿Qué hacer con quienes buscan refugio, qué hacer con los que huyen de las guerras que nosotros mismos hemos creado, qué dice de nosotros la indiferencia, el olvido, la mirada apartada? La película, de hecho, apenas se centra en la relación de los refugiados con las autoridades o los habitantes de la región china, sino en el deambular de varios grupos de refugiados; estructurada en tres largos capítulos, cuatros días y tres noches: como en Father and Sons (2014), Bing mantiene un enorme fuera de campo en el que se situaría el espectador, porque de alguna manera, somos nosotros los responsables pasivos de estar provocando, consintiendo o al menos viendo sin reaccionar el espectáculo de la muerte y el drama de tantos y tantos seres humanos. De los tres capítulos, es el último, en el que acompaña a un grupo que camina con el sonido de las bombas y los combates, el más estremecedor: hombres, mujeres y niños caminan por entre las montañas, parándose a escuchar de cuando en cuando las bombas, los tiroteos, que resuenan entre los valles y desfiladeros. La guerra nunca se verá, pero les acompaña en su viaje, como un fantasma, como una presencia constante que no podrán ignorar nunca.

 

1 “preserve an extraordinary intimacy that allows us to feel as if we’re seeing right through their skins, as if they were made transparent via their bodies and words, revealing the complex emotions, histories, and social relationships that make up the essence of one’s personality. (Maybe that's the “soul.”)”.

 

 

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