"If I think about the future of cinema as art, I shiver" (Y. Ozu, 1959)
"If I think about the future of cinema as art, I shiver" (Y. Ozu, 1959)
En el seno de una pequeña comunidad judía de la República de Kabardia-Balkaria, denigrada a diario por los kabardinos, un espíritu rebelde ha nacido en la capital, Nalchik, para romper las reglas. La indomable Ilana todavía no conoce la magnitud de su fuerza. Pero sabe, con certeza, que su vida no será como la titánica supervivencia de quienes forman parte de esa minoría humillada en el norte del Cáucaso. La protagonista del sobresaliente debut de Kantemir Balagov es un ser de una intensidad inagotable, incapaz de controlarse a sí mismo; una fiera que detesta que sus familiares y su novio (no judío) la apacigüen hasta amainar su poder. En ese lugar infernal, inhabitable para los judíos, donde cualquier muestra de flaqueza es castigada con la muerte, una adolescente desatará el caos en la comunidad al presumir de su libertad.
La primera vez que la Rosetta rusa de Balagov aparece por primera vez en escena presenciamos la represión más incómoda de toda cinta. Así, descubrimos a Ilana jugando con su hermano a un juego salvaje que da por finalizado en el momento en que el menor advierte que ésta desea violarle. En su superlativo homenaje a los hermanos Dardenne, Balagov plasma el tempestuoso tour de force que llevará a cabo Ilana sin la menor intención de juzgar su falta de límites, pues la desinhibición de la primogénita será lo único que salvará a la familia de su desdicha. De este modo, Closeness deviene un relato sobre la empatía – o ‘cercanía’ tomando su título original (Tesnota) –. Producida por Aleksandr Sokurov, esta deslumbrante ópera prima narra el destino de una superheroína que despliega todo su poder para ayudar a otro ser humano.
Desde el inicio, Ilana se manifiesta como el único miembro de la comunidad judía que posee la fuerza suficiente para salvar a su hermano menor, y a su prometida, de un secuestro orquestado por kabardinos durante la celebración de su boda. Mientras ese suceso traumático – tan habitual a finales de los noventa en la región donde nació Balagov – revela el lado más oscuro y egoísta de todos sus seres queridos, Ilana terminará por asumir la que siempre fue su misión en esa comunidad: convertirse en una mártir.Balagov nos remite al pasado sangriento del Cáucaso, con su puesta en escena del odio, la violencia, la frustración, el antisemitismo o la misoginia que rodean a esa superheroína, que a pesar de no temerle a nada sólo se derrumba en un único episodio de la ficción: el momento en que su novio y sus amigos le muestren escenas de las ejecuciones reales de Chechenia.
¿Qué podría unir los proyectos en suelo africano de una compañía constructora yugoslava con la epopeya serbia El Príncipe Marko y Vila, con una ciudad sumergida bajo un lago artificial de Brasil, o con el romance entre dos hombres instalados en un complejo hotelero abandonado? Aparentemente, nada. Y, sin embargo, todo.
All the Cities of the North es un patchwork tejido con un material etéreo, que no puede verse, pero sí sentirse de una forma indescriptible. Sus hilos mágicos conectan historias, sensaciones, sueños, e, incluso, citas literarias - de La gravedad y la gracia de Simone Weil - y cinematográficas - diálogos de Pasión de Jean-Luc Godard. El film resulta una suerte de intersección de fragmentos de lo más dispares, misteriosamente unidos por las reflexiones que aportan sobre la relación entre el ser humano y el espacio que ocupa. Según Dane Komljen todo territorio es un lobo para el hombre. Sin embargo, está en nuestras manos transformar ese venenoso y hostil antagonismo en un hermoso (re)nacimiento. Como demuestran cada una de las fábulas expuestas en All the Cities of the North, las últimas gestas heroicas de la Humanidad surgieron durante sus tentativas de (re)inventar, (re)construir y (re)ocupar un lugar.
Etimológicamente la palabra ‘utopía’ significa ‘no-lugar’. En su origen, el vocablo implicaba imaginar un espacio que todavía no existía, a una no-imagen y no-semejanza del presente, puesto que el deseo de los utópicos no era otro que mejorar, es decir (re)formular, su presente. Komljen determina que el acto más humano, la acción a través de la cual la Humanidad alcanza un estadio de esplendor y afirmación, es mediante la construcción de ese no-lugar esperanzador, manipulando un espacio ya existente. La ópera prima de Komljen es un espléndido poema de rima libre, cuyo esqueleto de versos y estrofas se basa en la enumeración, e intercalación, de pequeños y grandes episodios - ora reales, ora soñados - en los que la Humanidad decidió (re)generar un microcosmos poblado.
Si bien es cierto que el resultado de la (re)edificación de dichos hábitats termina en tragedia en gran parte de las situaciones tratadas por el cineasta-poeta bosnio, Komljen no nos invita a analizar por qué las utopías se convirtieron en distopías. En realidad, el film incide en la misma idea: es el acto de soñar, o desear el (re)nacer, así como defenderlo y estar llevándolo a cabo, aquello que saca la esencia humana de nuestro ser. En este sentido, tampoco debe sorprendernos que la mitad del metraje de All the Cities of the North sean planos de uno de los tres protagonistas masculinos durmiendo, es decir soñando.
All the Cities of the North se mueve entre tres narraciones sobre la (re)utilización y (re)invención de un espacio concreto. Por un lado, seguiremos el relato de supervivencia de dos outsiders que luchan por acondicionar un reino indómito, sin toma de agua, ni corriente eléctrica. También descubriremos la desdicha de la ciudad de Villa Amaury, que fue construida voluntariamente por los mismos albañiles (sin conocimientos de teoría urbanística) que estaban edificando Brasilia a pocos metros, y que los arquitectos-jefes de Brasilia decidieron hundirla en un largo artificial cual castigo, como ya ilustró Komljen en su cortometraje anterior All Still Orbit. Además, conoceremos los sucesos que protagonizaron los habitantes de los suburbios que rodeaban el edificio de la Lagos International Trade Fair de Nigeria, cuando se apropiaron de ese pabellón (que pretendía simbolizar el crecimiento económico del país) en vistas de que el milagro nunca sucedería. Asimismo, en medio de esta confluencia de batallas y metáforas sobre la Humanidad (re)inventándose, aparecerá Dane Komljen en escena, filmando a los amantes de la trama principal. En ese momento, All the Cities of the North deviene un inestimable artefacto metacinematográfico, que le recuerda al espectador que el cine es mágico, y, gracias a él, también (re)nacemos, (re)construimos y nos (re)inventamos a diario.