La cultura tras la máscara
‘Casanova-gene’ es un término científico que fue acuñado por la ornitología tras la realización de un estudio sobre la libido de las crías de diamante cebra de género femenino. El experimento consistía en medir y evaluar la motivación sexual de todas las hembras de dicha especie de pájaros cantores. El resultado fue revelador. Los ornitólogos descubrieron que las crías de padres polígamos poseían un mayor deseo de emparejamiento, comparado con las crías de una pareja de aves monógama. En otras palabras, el estudio demostraba que la poligamia femenina - ese concepto abstracto que la antropología se empeña en negar - existe en la naturaleza, siendo ésta transferida de padre a hija a través de los genes de una especie aviar concreta.
La ópera prima de la cineasta alemana Luise Donschen traslada el neologismo de los ornitólogos a un terreno más pantanoso: el cultural. Casanovagen es un ensayo sobre la herencia de las construcciones culturales sobre el deseo y la sexualidad que el ser humano inventó para justificar la poligamia masculina, así como la persistencia de éstas en la actualidad. El debut de la directora berlinesa cuestiona el casanovismo, los roles de género, la seducción, la pornografía y la prostitución cuando éstos se contemplan exclusivamente desde el punto de vista del hombre-receptor. Ante todo, cabe matizar que Casanovagen no es ningún panfleto feminista pensado para tumbar el patriarcado. Donschen ha dirigido una película episódica, a camino de la no-ficción y la comedia negra, cuyo eje - argumental y temático - no es otro que un montaje basado en asociaciones de conceptos extravagantes. La cineasta deconstruye los binomios hombre-mujer, masculino-femenino, monogamia-poligamia, deseo platónico-sexualidad y natura-cultura saltando de escenario en escenario según las palabras, los gestos, o los actos que llevan a cabo el elenco de actores profesional y no profesional.
Venecia - lugar donde nació Giacomo Casanova - es el escenario que inaugura Casanovagen. El primer plano secuencia está protagonizado por un hombre con máscara, y atuendo carnavalesco de época, que posa frente al Gran Canal. Las vestiduras del libertino, así como el maravilloso granulado de esa imagen rodada en 16mm, nos invitan a situar la trama lejos del tiempo presente. Pero ese espejismo se desvanecerá en pocos segundos. Una avalancha de turistas, con sus respectivos iPhones y palos selfie, aparece de la nada, acorralándolo, como si sus vidas dependieran de tomarse una fotografía con ese enviado del pasado. Del hilarante gag del mimo que resucita el casanovismo para los turistas - que Luise Donsechen pone a la altura de Austerlitz de Sergei Loznitsa - pasamos al mundo científico. El segundo capítulo está dedicado a los ornitólogos que descubrieron el ‘casanova-gene’, y cuya recreación del experimento parece una extensión del episodio de las aves de la tercera entrega de Arabian Nights de Miguel Gomes.
Tras el detenido seguimiento del comportamiento sexual de los pájaros, la cineasta nos arroja a un camerino donde John Malkovich se desviste y desmaquilla a los ojos de una joven y atractiva periodista. Malkovich se quita su disfraz de Casanova - personaje que está interpretando en un presunto rodaje, o ensayo de una obra teatral - mientras la chica le entrevista. Sin embargo, el actor no puede dejar de representar a su personaje. Así, Malkovich no dudará en seducir verbalmente a la entrevistadora, como si fuera el mismo Casanova. En Casanovagen también veremos a una dominatrix humillando a un cliente, niños sexualizados deambulando por el bosque, y adolescentes inmersos en el juego de la seducción, que se entregan al alcohol y al baile en la barra de un bar que enamoraría a Fassbinder. Como decíamos, todos estos capítulos transcurren simultáneamente, desapareciendo y reapareciendo según la construcción cultural del deseo que conecta a uno con el otro. Casanovagen es un juego de máscaras. Un muestrario de los antifaces con los que se disfraza la cultura para perpetuar sus espejismos.